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Cita literaria
“La plaza, pues, era mi teatro, y mi palestra, y mi gimnasio y mi palenque. ¿Más allá de la plaza estaba el ancho mundo? ¡Oh las tardes de mayo tibias y doradas! La iglesia vieja, encendida de sol, flameaba como un candelabro de oro. Era caliente y palpitante como un gran animal vivo; era dulce de tocar como un marfil viejo. Resquebrajada y hendida de años antiguos, era toda ella un refugio de vida ardiente. En cada grieta había un nido; había un palpitar bajo cada piedra: todo el cielo bullía de alas y chillidos. Como negros dardos emplumados rasgaban el aire los vencejos. De los campos llegaba un olor graso, un olor de plenitud. Las espigas eran lechosas y turgentes y amarilleaban de oro las aristas. Entre las resiembras estallaba la violenta sangre de las amapolas. Los cerezos exhibían la pulpa carnal del fruto, el rubí brillante y suculento. Era la sazón en que toda cosa vive, ama y bulle.”